Hoy, 22 de marzo, con motivo del Día Mundial del Agua, quiero hablaros de la importancia de una buena hidratación, sobre todo cuando hacemos deporte.

La teoría creo que la sabemos todos pero luego hay que ponerla en práctica. Una buena hidratación aporta a nuestro organismo una calidad correcta del agua, tanto antes, durante, como después de nuestros entrenamientos. De no ser así, tendríamos infinidad de sensaciones negativas en nuestro cuerpo hasta llegar a ocasionarnos la deshidratación.

 

¿Qué beneficios tenemos al mantener una buena hidratación?

Tener una buena hidratación aporta a nuestro cuerpo muchos beneficios.

  • Regula la temperatura de nuestro cuerpo
  • Lubrica nuestras articulaciones para evitar lesiones
  • Aporta nutrientes a nuestro organismo
  • Nos proporciona mayor energía y nos mantiene saludables

 

¿Cuánta agua deberíamos ingerir al día para estar bien hidratados?

Según los especialistas, se ha determinado que la ingesta diaria adecuada de líquidos es de unos 3,7 litros de líquidos diarios para los hombres y unos 2,7 litros para las mujeres. Estos datos también dependerían en función del cuerpo y las necesidades de cada persona o incluso del tipo de deporte que vamos a realizar. Por ejemplo, en el caso de una excursión por la montaña sería recomendable ingerir en esas circunstancias 1,5 litros.

la importancia de la hidratación en el deporte

Consecuencias de una mala hidratación

Ahora que os estoy hablando de la necesidad de estar bien hidratados, es probable que os preguntéis cómo sabemos si lo estamos haciendo bien. Una de las pistas sería nuestra orina. En el caso de ser incolora o con un color muy clarito podríamos decir que estamos bien hidratados. En cambio, si tenemos una orina más amarillenta tendríamos que encender las alarmas porque es un síntoma de deshidratación.

Estas son algunas de las consecuencias de una mala hidratación:

  • Mareos
  • Náuseas o vómitos
  • Calambres musculares
  • Falta de sudoración
  • Ritmo cardíaco fuerte y acelerado
  • Sequedad en la boca

Otros síntomas que veríamos reflejados en nosotros mismos son la pérdida de conciencia y la confusión mental.

¡Ahora que ya tenemos la teoría aprendida, vamos a ponerlo en práctica!